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martes, 30 de junio de 2009

COLABORACIÓN / DANILO DE LOS SANTOS


Nelson Batista: Rutas y Guaguas
Al final del pasado siglo XX se nuclearon individualidades que por andar regularmente juntos; exponer agrupado; participar en los mismos concursos de arte y ser jóvenes que egresaban de la misma escuela de Bellas Artes, fueron llamados “Los Junior”. Nelson Batista se asocia a este grupo espontáneo o informal. Nacido en La Vega (1974), creció en Santiago de los Caballeros, donde se forma como pintor en la citada escuela, asumiendo diversos talleres (grabado y videoarte, entre ellos) y exponiendo con frecuencia en colectivas e individualmente.
La oratoria secuencial de Batista, “De lo celestial y lo sublime”, I y II, dan cuenta de un oficiante que maneja la academia con fresco rigor, resultando un imaginero de nueva propuesta, al parafrasear el tema sacro con singular conjugación de Santos y Vírgenes, o acentuando lo divino y sobrenatural con el tema de la niñez callejera, empobrecida y marginada. En este último asunto ha buscado las escenas infantiles en barrios, callejones, parques y vías centrales. Si en algún caso el enfoque retrata al inválido muchacho de la limosna, y lo contextualiza con el Ángel de la Guarda, en más de un tratamiento los infantes responden a la canción que expresa: “pintor que pintas iglesias, píntame angelitos negros”. Y morenos nimbados son estos negritos de alas blancas, por demás transfigurados en la inocencia que inunda el tratamiento dorado, iluminista y de grafía disuelta en los contornos corporales de la entretención, el juego y la sorpresa captada.
Con sus primeros discursos que incluyen manojos de extrañas rosas fosforecentes, Nelson Batista parecía asentarse como un pintor neosimbolista contemporáneo y de entre siglos, puesto que su joven camino transita del XX al XXI, registrando en este último sus discursos de particular mirada que, sobre todo, documentan situaciones urbanas. Los ángeles infantiles es una sectorización temática de la captación suya que posteriormente es vehicular en cuando ofrece las vivencias externas e internas del transporte colectivo o de las guaguas, conjugándolas a la par con otras monturas en un paisaje de agrápolis, de calles y caminos de un cementerio artefáctico, de coches a caballo, de corredores, de motocicletas, de paradas de autobuses, de patrullajes y de terminales contrastadas por el absurdo abandono y el humor de un burro patinador. Los usuarios están presentes en diversas situaciones de algarabía, contemplación y tránsito.
Nelson Batista se convierte en un apologista de lo urbano y sus rutas al calar con visualidades la transportación vehicular, sobretodo la masiva, popular y tercermundista. El transfiere confabulado el anonimato colectivo, bien como pasajero, bien como transeúnte, y sobretodo como narrador de diversas situaciones escénicas, fabuladas, móviles, paradójicas… Su escritura de un realismo sensorial que supera el congelamiento fotográfico, pictóricamente tratado, la redacta en formatos diversos, imponiéndose las grandes telas que superan su estatura personal. En algunos casos es un tríptico horizontal que compagina como en una pantalla cinematográfica, diversas escenas y lo cual se constata en la obra “Desde la OMSA, escena 2, 3 y 4” (Mixta, Tela, 2007) que fue selección de la 24 Bienal Nacional de Artes Visuales, y fue discutida para premio por el jurado de los galardones. En otros casos el lienzo resuelve una composición a espacio casi completo, como el minibús que se mueve portando una motocicleta amarrada y que además de presentar un “Regalo de Reyes”(Título de la obra) le permitió al autor obtener el primer premio del Concurso Internacional de Pintura Casa de Teatro, del 2008. En una edición anterior del certamen, correspondiente al 2006, él había obtenido el segundo lugar por el cuadro “Desde la OMSA. Escena 1”, una composición pictórica tratada desde asientos traseros y de singular perspectivismo interior bien resuelto.
Pintor contemporáneo, emergente, joven, reconocido y seguro, Nelson Batista traza una ruta, que es discurso y estación del camino que retorna a Casa del Teatro: la estancia donde multiplica los asuntos después de algunos legajos en soliloquio como las obras premiadas. Multiplicando los asuntos de un presente real y objetivado, su lírica del “ser social” en sus diferentes acometidas, facetas, e interacciones deviene comprometida y elocuente. Basta mirar el interior de una OMSA, donde el teléfono celular y los gráfitos son tan representativos del tiempo actual como la chica que muestra zonas desnudas de su cuerpo. Basta contemplar los chivos degustantes y ajenos a la “voladora nakivata”, rojiza y repleta de pasajeros moviéndose en un contexto urbano. Basta detenerse en la escena “Señorita Ley” donde la policía de AMET apropia motores y penaliza a los propietarios, regularmente trabajadores de la capa más baja de la sociedad. Estas obras como el conjunto no es simple “ruta” narrativa por sus connotaciones que son muchas, documentales y de singularismo en grande.

COLABORACIÓN / CARLOS FRANCISCO ELÍAS Director del Forum Internacional Del Cine




La idea de invitar a Puerto Rico al Forum Internacional Del Cine, nació desde los inicios del Forum mismo, explicaré en detalles las razones...
He visto con mucho asombro, como a lo largo de los años, la República Dominicana, nuestro país, no ha mirado con la reciprocidad debida la cultura de Puerto Rico...
No recuerdo un programa particular de intercambios culturales sostenibles y duraderos, con aquella hermosa nación insular... Quede claro: digo intercambio por decir algo, porque lo correcto sería invitarlos a ellos con frecuencia a expresar su cultura en nuestro territorio: porque ya la nuestra está anclada allí, a codazos limpios se hizo un sitial en la radio, en la televisión y en las galerías de arte...
Sólo entre los años 1997 y 1998, los artistas dominicanos hicieron más de 100 exposiciones en Puerto Rico, contra una o tres exposiciones de artistas de Puerto Rico., en nuestro país..
En estos temas se ha desconocido el valor del factor migratorio nuestro hacia Puerto Rico, puerta de entrada al famoso American Dream, para el que quiera soñarlo...
En 1959 había en Puerto Rico menos de 2000, dominicanos y dominicanas, luego de los grandes flujos migratorios de la década del 60, del siglo XX, hoy viven en Puerto Rico más de medio millón de dominicanos y dominicanas. Este hecho alienta a la investigadora Peggy Ann Bliss, para afirmar que hoy el 10% de la población de Puerto Rico, es de origen dominicano.
Allí están los que aún viven, los que hicieron uso de su pasaporte clandestino, enamorando a la muerte, para decir que buscaban una vida mejor, la que el capitalismo dominicano, en el tiempo y con atraso, nunca les iba a dar...
Hay muchos otros, los que nunca llegaron, los que dejaron con la ansiedad de encontrar una mejor vida, su estela de huesos bajo las aguas profundas y traicioneras, vaya para ellos el recuerdo y el respeto a su gesto desesperado, que la muerte cobró en la oscuridad eterna.
Debemos a Puerto Rico, a su gente, a su calor, el sacrificio de recibir a los nuestros, los, ayudarlos, porque lo han hecho, Debemos a Puerto Rico la asimilación de nuestro merengues y bachatas, mientras en la radio o en la televisión, nunca se escuchan, sus plenas y sus bombas, aquel sabor jíbaro del mundo rural puertorriqueño, bastión fabuloso de la cultura musical de ese país y su resistencia cultural de más de 100 años.
A lo largo de este tiempo hemos cometido injusticias culturales terribles, digna de la mejor ignorancia, la más ciega...
Cuando en un paroxismo de imbecilidad se ha afirmado alguna vez, que: “Los puertorriqueños nos están robando el merengue"..., quien lo afirmó o quienes lo afirmaron, vergüenza ajena, desconocían los términos que la sociología de la cultura y la etnología admite y estudia como válidos, tales como transculturización, adopción cultural, entre otros.
En el caso de los dominicanos en Puerto Rico, dejando de lado la definición ortodoxa de transculturización, porque implica hablar de cultura dominante etc. Y no es el caso, habría que decir que la cultura de Puerto Rico sin perder su identidad, la que han defendido por más de 100 años, dejó un espacio para la música dominicana, el colmo sería que un puertorriqueño no pudiera, si le diera la gana, interpretar un merengue, en su estilo y forma, a su gusto. La cultura producida por las corrientes migratorias, producen esos fenómenos y hay que saber interpretarlos...
En otras palabras, debemos a Puerto Rico el marco de un relanzamiento y una visión de la relación cultural con el pueblo de Blanca Canales y Baldiorioty De Castro...
El Forum Internacional Del Cine, quiere predicar con el ejemplo y les pide a todos y toda una calurosa bienvenida a los representantes de Puerto Rico, que estarán con nosotros los días 23 y 24 de Junio, el Forum les estará muy agradecido.

lunes, 8 de junio de 2009

COLABORACIÓN / PLINIO CHAHÍN


El “SHOW BUSINESS” DEL ARTE CONTEMPORÁNEO DOMINICANO
Plinio Chahín

El arte contemporáneo dominicano se ha convertido en un negocio. Su dinámica comercial ha resultado beneficiosa para mucha gente: primero para los marchantes, segundo para numerosos artistas que han podido alcanzar una rápida promoción, y tercero para el público que quiérase o no, ha tenido una mayor oportunidad de acercarse a la creación de su tiempo. Sin embargo, lo que más llama la atención es que este fenómeno ha ocurrido cuando el arte dominicano no está pasando precisamente por su mejor momento. Tal vez resulta chocante decir esto, porque en realidad nunca ha habido tantos artistas, ni nunca se han abierto tantas galerías, ni se han organizado tantas exposiciones, ni celebrado tantas ferias y bienales, ni se han realizado tantos negocios suculentos.

Existe como una especie de espejismo que hace pensar de una manera superficial que la creación de las tres últimas décadas han sido especialmente dinámicas y brillantes. Pero, salvo honrosas excepciones, la inflación de artistas y de obras de arte no se corresponde con el valor de la creatividad actual. Caracterizado por su extraordinario eclecticismo, el arte de los ochenta, como es también el de los noventa y del presente siglo, resultan una sucesión de tendencias pasajeras que están retomando fórmulas del pasado. Hemos visto cómo el resurgir de la pintura dominicana se traduce en una relectura del arte abstracto de principios del siglo XX, y en un sin fin de citaciones de la historia del arte. Con la década de los ochenta entramos en la era de los “neo”: neoexpresionismo, neopop, neogeo, son simples etiquetas que sirven para introducir a los jóvenes artistas, cuyas obras a menudo mediocres, se venden gracias a la complicidad de un mercado manipulado por críticos y marchantes de reconocidas galerías de artes (aunque esta carencia no les importa demasiado a los nuevos coleccionistas y especuladores interesados más que nada en adquirir las nuevas obras sin importar su valor artístico).

No hay que olvidar, como subraya el crítico Yves Michaud, en su libro “El arte en estado gaseoso” (2007), que en el mundo del arte reina una gran confusión de criterios, que dan fe de la descomposición avanzada del paradigma de la vanguardia. La pintura de vanguardia se caracteriza por un lenguaje ecléctico, a menudo teatral, con numerosas citas a las obras del pasado y un cierto gusto por la ironía. El éxito ha sido arrollador y en muy poco tiempo las obras han alcanzado precios elevadísimos, algo que no se había visto nunca entre artistas dominicanos tan jóvenes y con muy pocos años de carrera. Para generar toda esta efervescencia, algunos críticos y “curators”, espabilados se apoyan en corrientes aparentemente “nuevas”, con etiquetas llamativas, detrás de las cuales se oculta el reciclaje de viejas categorías estéticas.

La pintura que empezó a promoverse a fuerza de marketing a principios de los ochenta era una pintura abstracta, exacerbada, brutal y agresiva, inspiradas en fuentes tan diversas como el comic, el grafismo publicitario, el realismo, el pop art. Ante la imposibilidad de encontrar una innovación y una nueva ruptura formal, estos jóvenes artistas dominicanos se han apoderado del pasado, asumiendo una actitud mimética, casi descarada. Al tiempo que ignoran la tradición, para volver a un lenguaje mucho más abstracto y confuso, partiendo a menudo de su pobre subjetividad. La simulación y la apropiación de los objetos cotidianos o de algunas obras de arte del pasado, con sus burdas copias de cuadros de Joan Miró o Pablo Picasso, constituyen una práctica corriente y un recurso fácil para numerosos creadores, que disfrazan así su falta de talento y creatividad. El éxito comercial de sus obras ha servido de ejemplo a numerosos artistas para retomar una abstracción fría e impersonal y para volver a la reflexión sobre el hecho pictórico iniciada por la anterior generación.

En este sentido, el papel de los museos y de las galerías se ha incrementado de una manera espectacular. En la sociedad del ocio, los museos y la galerías se han convertido en los lugares de peregrinaje de turistas y de nuevos consumidores de la cultura, que acuden a estas “catedrales laicas” para descubrir las últimas tendencias de la creación artista, para ver películas, que no se difunden en los circuitos comerciales, escuchar música experimental y, por qué no decirlo, para comprar souvenirs en sus tiendas de “merchandising”. Visitar exposiciones es una actividad que se ha puesto de moda y, como consecuencia de ello, las galerías y los museos deben adaptarse a este nuevo fenómeno social. La transformación de las galerías y de los museos especializados en la creación contemporánea se debe no solamente al “aumento de público”, sino también a la propia “evolución del arte”. Los artistas se dedican cada vez más a realizar instalaciones “in situ” y enviorenments, que requieren grandes espacios y a menudo el recurso de técnicas sofisticadas muy costosas. Al mismo tiempo los responsables de las galerías y de los museos han cambiado su política, comprando obras de una manera mucho más sistemáticas. El problema surgió cuando empezaron a constituirse numerosas colecciones “clónicas” de artistas ya desaparecidos o muertos. Algunos dirán que es normal que estén representados estos artistas en las galerías y en los museos, porque son sin duda creadores que han marcado época, para bien o para mal. Pero lo que no resulta tan aceptable es que a menudo figuren en colecciones sin identidad propia, como un mero escaparate de las últimas tendencias.

De esta forma, a partir de los años ochenta las galerías y los museos han ejercido una poderosa influencia en la promoción del arte emergente. Hasta hace pocas décadas, el artista vivo era generalmente ignorado por los museos y las galerías, y sólo interesaba a un circuito restringido de aficionados y coleccionistas. Hoy en día se ha invertido la situación y son las galerías y los museos, convertidos en una fuente de laboratorios experimentales, los que descubren y “bendicen” la obra de los jóvenes creadores dominicanos, sin esperar siquiera la confirmación de su talento. Todo esto ha tenido una enorme repercusión en el mercado, y no es ningún azar que la intervención de un artista en un determinado museo coincida con una importante exposición suya en una galería de la misma ciudad. En todas sus estrategias, la alianza entre los críticos, las galerías y los museos empezó así a reproducir los mecanismos del “show business”. A partir de entonces las cosas se han ido acelerando, y la promoción de lo “nuevo” tiende a prevalecer sobre cualquier otra consideración, hasta el punto de poner en entredicho el papel de la institución museística porque ya no se dedica en exclusiva a conserva el arte del pasado, sino que fomenta la creación actual.